
La gente observa la posesión del ejecutante, Edgar Cuellar Villegas, se lo ve como si la Pachamama hubiera abierto sus entrañas para que los ancestros salgan de su seno a instalarse en el espíritu del quenista. Luego, al terminar la melodía, un par de segundos largos como una vida, sacude los sentidos, nos deja esa sensación de replanteo de la naturaleza humana, de nuestra relación con el cosmos y el medio ambiente.
En un acto mágico se produjo la simbiosis, cielo, hombre, tierra y naturaleza.
CONDORESA.